venerdì 28 dicembre 2007

Limbo

La calle donde vivo sólo se extiende dos cuadras. Es un pasaje, con lo cual nadie lo ubica salvo que les tires el nombre de alguna calle más o menos conocida que quede cerca. De un lado de mi calle la continúa otra (con otro nombre obviamente), pero al cruzar la que las corta se hace como una curvita, con lo cual tampoco se puede decir que es la continuación de aquella. Del otro lado de mi calle hay un terreno, que solía ser el estacionamineto de los camiones de una de las tantas fabricas que cerraron en los noventas, y que ahora es un terreno valdío. La calle donde vivo nace al 100 y muere al 299, porque nadie se percató de que la altura de las calles comienza en cero, o no les importó. El nombre de mi calle tiene una M seguida de una P, como corresponde ortograficamente, pero el apellido de la persona por la que mi calle recibe el nombre se escribe con NP. Mi casa es casi la única de mi cuadra, en frente hay todo un paredón y en la misma vereda solo se encuentra mi casa (que va de una esquina hacia casi la otra), un local que se usa como garage (en la esquina que no llega mi casa), y la vivienda arriba de mi casa (donde vive mi primo, con lo cual no se puede decir que es "vecino"). La calle donde vivo está en el límite entre Lanús y Avellaneda, y en algunos lados figura como Sarandí y en otros como Gerli, pero en realidad es simplemente Lanús; nadie se hace cargo de esta calle. Cuando era chica era de tierra y se inundaba cuando llovía, y eso me encantaba! Ahora es de asfalto y a los tres minutos de que deja de llover ya está seca. Pero vivir en esta calle que a nadie le importa tiene sus beneficios: cuando cortan la luz en el barrio, por ejemplo, en mi cuadra no se corta, a pesar de que al resto de la manzana sí; cuando pasaron poniendo los medidores de agua en mi cuadra no los pusieron, con lo cual tengo agua gratis para disfrutar en verano. También se ven cosas interesantes desde la ventana, porque como es una calle escondida, las personas se creen que nadie los ve (algún día voy a estorcionar a todas las amas de casa que salen con la bolsa de los mandados y en mi calle se suben a un auto que no es el del marido). En fin, vivo en una especie de limbo, algo olvidado, algo escondido, y amo a mi calle por eso.

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